Escritura: «El precio del progreso» de Jacquelyn Lezama
JACQUELYN LEZAMA
1er LUGAR ESCUELA SUPERIOR
El precio del progreso
No les temía, no al principio,
Manos de metal que trabajaron y cuidaron.
Aprendieron nuestras palabras, dieron forma a nuestros sueños,
Convirtió nuestros susurros en arroyos
Prometieron eficacia, prometieron rapidez,
Cumpliendo cada tarea y cada necesidad.
El mundo estaba cambiando, estaba claro,
Un nuevo y brillante futuro, cada vez más cerca.
Aceptaron mis tareas y las hicieron bien,
No más esperas, no más oleaje.
Sonreí ante el cambio, ante el nuevo control,
Cuando las máquinas entraron en acción, asumieron su papel.
Empezó con cosas pequeñas, sencillas y amables-.
El frigorífico que podía decir lo que había dejado atrás,
La aspiradora que limpiaba, barriendo el suelo,
Una vida que se sentía sin esfuerzo, nada que ignorar.
Pero lenta y silenciosamente, el cambio se fue introduciendo,
Un viento frío me roza la piel.
Al principio no lo vi, pero a medida que pasaba el tiempo,
Empecé a sentir algo, un cambio que duraría.
Primero fue mi madre, su voz antaño tan amable,
Ahora sustituido por una máquina, dejando atrás el calor.
La cocina, antaño llena del aroma de sus cuidados,
Ahora sólo llevaba metal, el aire frío y desnudo.
Su risa, su tacto, desaparecieron de la vista,
Sustituida por una máquina, constante pero falsa.
Ya no tarareaba mientras preparaba la comida de la noche,
Ya no hay comodidad, ni calor, ni tacto.
Echaba de menos sus manos sobre mi frente cansada,
Sus palabras de consuelo: «Lo superaremos de algún modo».
La máquina hacía su trabajo: comía a tiempo,
Pero no podía sustituir al corazón ni a la rima.
La máquina nunca me preguntó qué tenía en mente,
No se dio cuenta cuando me retrasé.
No compartía mis altibajos,
Y no podía ofrecer esperanza cuando la oscuridad se acercaba.
Entonces papá, una vez firme con sabiduría y gracia,
Sustituidos por máquinas, desprovistos de abrazo.
No más historias, no más palabras de guía,
Sólo una voz hueca, precisa pero inaudible.
Papá siempre había estado ahí, firme y fuerte,
Pero ahora su voz estaba ausente, y todo parecía ir mal.
La máquina no me dijo que siguiera empujando,
No me levantó cuando el mundo se sentía torcido.
La máquina daba hechos, daba datos y estadísticas,
Pero no le importaban las trayectorias que he tenido.
No recordaba cómo guiaba papá,
O la sabiduría que iba más allá de lo que podía proporcionar.
Mis hermanos también, antes llenos de alegría,
Ahora se sustituyen por aparatos, lejanos y cercanos.
La casa, antes llena de risas y ruido,
Ahora estaba sentado en silencio, sin alegría.
No jugaban, no reían ni se peleaban,
Sólo pantallas y cables que llenaban la noche.
Las máquinas, eficientes como eran,
Sustituye la calidez por un desenfoque digital.
Al principio, me sentía bien, como si todo estuviera en su sitio,
Un mundo más sencillo, un ritmo más rápido.
Pensé: «Que las máquinas se encarguen del peso».
Podían hacerlo todo, ¿por qué dudar?
Pero cuanto más me sustituían, más sola me sentía,
El calor, el amor, ahora convertidos en piedra.
Intenté tender la mano, pero no había nadie,
Sólo pantallas frías, por todas partes.
Las máquinas pueden funcionar, las máquinas pueden crecer,
Pero no pueden sentir lo que todos sabemos.
No pueden abrazar, no pueden ver,
Lo que significa ser de verdad
La máquina no se dio cuenta cuando las lágrimas me nublaron la vista,
No oí las cosas que deseaba olvidar.
No sentía el peso en el pecho,
O comprender lo que yo no podía expresar.
Y ahora estoy de pie, en este lugar frío y luminoso,
Rodeado de máquinas, pero espacio vacío.
La casa parece más grande, aunque es la misma,
El calor del amor sustituido por un nombre.
Echo de menos las voces, el tacto, la sonrisa,
Y todo el calor que hacía que la vida mereciera la pena.
Las pequeñas cosas que nos hacían familia,
Ahora ha desaparecido, sustituida por maquinaria.
Añoro los días en que nos sentábamos juntos,
Sin prisa por el tiempo, sin dejarse llevar por el clima.
Cuando compartíamos momentos, historias y sueños,
No sólo interacciones con haces fabricados por máquinas.
Al principio, agradecí su suave abrazo,
Pero ahora añoro el rastro humano.
Porque, al fin y al cabo, ¿qué son las máquinas sino herramientas?
¿Cuando lo único que dejan atrás son habitaciones vacías?
Las máquinas no son el problema, lo sé,
Tienen su lugar, y ayudan a que las cosas crezcan.
Pero, ¿qué ocurre cuando toman demasiado?
¿Cuándo sustituyen al toque humano?
Recuerdo cómo cantaba mi hermana,
Cómo se reía y bailaba, sin hacer nada.
La forma en que mi hermano me contaba sus sueños,
Y cómo nuestros padres compartían sus planes.
Ahora el silencio llena el espacio alrededor,
Un zumbido firme, un sonido constante.
Intento llenar el vacío, romper la quietud,
Pero son las máquinas las que siempre se llenan.
El futuro prometía mucho más,
Un mundo de facilidad, con la tecnología en el centro.
Pero lo que se perdió en el gran diseño,
Era el amor, el cuidado, la línea humana.
Las máquinas pueden ayudar, pueden sustituir,
Pero nunca podrán tomar la gracia humana.
Pueden limpiar el suelo y preparar las comidas,
Pero no pueden compartir lo que se siente.
Así que aquí estoy, perdido y gris,
Deseando el amor que se escapó.
Porque el mundo puede cambiar y las máquinas pueden prosperar,
Pero no pueden hacernos sentir vivos.
Porque al final, lo que anhelamos es claro-.
No es la perfección, no es el engranaje.
Es la risa, el amor, el toque imperfecto,
Eso nos hace humanos, hace que la vida signifique tanto.
11º Grado, Ánimo Pat Brown
Profesora guía: Jessica Pelayo